miércoles, 10 de diciembre de 2008

EL TREN EN INVIERNO Y JULIETA ORTEGA

A María Moreno, por ayudarme a confundir la realidad con la ficción


Sucedió no hace tanto, lo que recuerdo claramente es que era invierno. Yo estaba solo en Baires, sin trabajo ni dinero, para variar. Decidí tomarme el tren a Suárez, allí siempre hay una cama limpia, comida caliente y préstamos que nunca se devuelven.
Me quedaban veinte pesos, apenas me alcanzó para comprar un pasaje en clase turista y ni hablar de comer. El tren sale tipo 19.30 hs. El tren es un asco, especialmente turista: entra frío por todos lados, vuela la tierra y uno se tiene que sentar en asientos para dos o tres. Imposible dormir.
Para colmo, esa tarde íbamos particularmente apretados, desde que se abrió la cárcel en Saavedra, viaja gente a full hasta allá. Y uno tiene miedo de morir acuchillado, pero bueno, no es para tanto.
Lo bueno es que si uno tiene plata puede pasarse el viaje en el vagón comedor, tomando algo.
Estaba en que íbamos 3 en un asiento, y tres mas enfrente, mirándonos las caras. Al lado mío había una morochita como de mi edad, bastante fea. Yo, discriminador, no le hablaba, hasta que ella inició la conversación. Me contó que era médica en Suárez y que venía seguido a hacer cursos a la gran ciudad, se lamentó de no haber conseguido otra forma de viajar que esta, ya que no había conseguido pasajes en ningún lado. Lo dijo con ese orgullo que tienen todos los profesionales suarenses ( y supongo que los de todo el país ) y sobretodo los que salieron bien de abajo, se sacrificaron estudiando y ahora comienzan a ver montones de billetes y se siguen sacrificando haciendo cursos para ver montones de billetes mas.
-A mi me pasó lo mismo- mentí sin convicción.
Charlamos sobre generalidades, hasta que pasaron los mozos, reservando mesas para la cena. Ella pidió un lugar y me dijo: ¿venís? – No gracias, ya comí- dije mientras se me hacía agua la boca.
Una hora después, cuando volvió de cenar, se mostró muy entusiasmada en hablar y comenzó a contarme cosas que una mujer casada con hijos no debería revelarle a un desconocido. -¿Y tu marido que dice? - inquirí haciéndome el moralista. Nada, no se entera. Se rió para dentro y así conversamos un par de horas más.
En un momento me dijo de ir a tomar un café: - no, gracias- respondí cansadamente. Dale yo te invito, sonrió como diciendo: ya te saqué la ficha, rata de agua.
Cuando nos instalamos en el coche comedor y vino el mozo, ella me dijo maternalmente: ¿tenés hambre? Ahí ya no me importó mas nada, concedí y me pidió un café con un pebete de jamón y queso.
Mientras estaba ensimismado devorando el sandwich, ella cada vez contaba cosas mas zarpadas y ahí me di cuenta que iba a tener que pagar con mi cuerpo. En un momento contó que solía ir con un amigo a un boliche swinger de Pompeya. A vos te encantaría, dijo cómplice. -¿Cómo es eso?- me interesé. Tenés que entrar en pareja, y una vez adentro, se baila y cada cual se va por su lado. Ahí mismo tenés compartimentos donde podés coger. -¿Pero y el SIDA?- Me asusté. Está todo bajo control, profilácticos obligatorios y es gente muy sana. La cara que puse no la convenció mucho, así que redobló la apuesta: va gente muy conocida a veces... -¿Quien?-. La última vez que fui estaba Julieta Ortega y mientras todos bailaban, se sacó la ropa en el medio de la pista y quedó en bombacha y corpiño. - Ja ¿ Iván Noble no estaba?- ¿Quién es Iván Noble? - El marido -. No se, que se yo. -¿Está buena?-. Es una negrita puta. – ¿Y con quien se fue después?-. No se, yo estaba ocupada haciendo lo mío.
Así pasamos Olavarria y cuando volvimos a los asientos, varios se habían desocupado. Nos sentamos apartados del resto, casi no se veía nada. Todos parecían dormir y ella seguía hablando. Pensé: supongo que tengo que hacer algo. La senté al lado mío y comencé a besarla, curiosamente su boca era fresca y deliciosa, la mejor que he probado. Puse mi campera sobre mi pantalón, me abrí el cierre y deslicé su mano dentro.
Y mientras ella me pajeaba al ritmo del traqueteo del tren horrible, en un invierno devastador, cerré los ojos y era Julieta, te juro por Dios que era Julieta de verdad.

Pablo Miravent

CHANCHIN TIENE RAZON


Chanchin nació como Sebastián Rostan en 1973 en Jacinto Arauz, un pueblito de La Pampa (el pueblo de René Favaloro). Cercano a mi desde la infancia, entre idas y venidas, por diferentes ciudades: Bahía Blanca, Buenos Aires, Coronel Suárez. La amistad de nuestras madres obligó a una proximidad que al principio Seba tenía únicamente con mi hermano Francisco. Desde el principio me molestaba de el cierta compulsión a discutir todos los temas y querer tener razón en todo. Encima no tenía mejor idea que llamarme “primo”. Tengo demasiados parientes y primos de familia italiana, así que me molestaba tener uno falso. Pero el al revés, le faltaban primos, le faltaban tíos, así que hasta el día de hoy parece que somos familia.

Todo comenzó por el fanatismo adolescente. La compulsión de leer los créditos de los discos (los cassettes en los 80), me llevó a investigar hasta los agradecimientos de “El Ritmo Mundial” de los Fabulosos Cadillacs. Y allí, en 1980 y tanto, en un disco hoy olvidado, aparece mencionado alguien con el apelativo Chanchin. Inmediatamente sonreí y dije: ya está. Allí mismo lo rebautizé y el sobrenombre pegó: a todos les pareció conveniente y afortunado, incluso a él mismo. Fue la venganza perfecta, un castigo hacia un físico robusto que tendía lentamente a la gordura. Pero el tipo, lejos de amilanarse, construyó una identidad en base a ese nick injurioso, burlón.

Uno de los primeros recuerdos que tengo de la niñez en Coronel Suárez es un verano donde venía a parar a casa con su madre. Las mujeres hicieron dos tortas y mi hermano y el pusieron un puestito de venta en la esquina. Yo no participé porque me dio vergüenza. Chanchin le dijo a una señora que pasaba: -compre que es a beneficio... ¿A beneficio de quien? -A beneficio nuestro- concluyó.

La madre de Sebastián, viuda muy joven, se dedicó a criarlo y también tiene una vida como docente de grado jubilada, Psicóloga Social de la Escuela de Pichon Riviere y hoy fanática participante del Instituto Hanna Arendt, de Elisa Carrio. Los problemas de Chanchin desde pequeño hicieron que estuviera siempre a su lado ayudándolo, a veces demasiado. Hay una anécdota que la pinta de cuerpo entero. Chanchin tenía problemas neurológicos y de repente se le declaró el asma. Su madre lo llevaba de experto en experto, de examen en examen, hasta que un día uno de ellos le ordenó: -¡Señora, déjelo respirar! Ahí el problema desapareció, cuenta hoy Sebita entre sonrisas.“ Mi vieja fue siempre muy absorbente, muy controladora. Tal vez porque soy único hijo y me tuvo que criar ella sola. Y mas allá que para mi sea difícil conocer gente nueva, que soy muy tímido, ella era como que no me dejaba tratarme mucho con nadie. Yo estaba pensando que tal vez yo hablo poco porque es como una inercia de aquellos tiempos. Me trabo y se me dificulta acercarme a alguien nuevo. Mi vieja sigue caso igual, salvo que ahora no es tan absorbente. Siempre me pide que haga algo de mi vida y yo me pongo a hacer cursos para estar ocupado, en general todo lo que tenga que ver con las computadoras. Reparación y esas cosas. No me quejo, me gusta lo que hago e invierto la plata en lo que me gusta. Me gratifica. Con respecto del laburar me siento siempre inseguro de mi mismo, como que me falta saber algo mas, sobre lo que sea. Eso lo veo mucho con mi terapeuta”.

Su padre era aviador en Jacinto Arauz y murió un tiempo después de que el nació, de una manera terrible, el avión se incendió mientras estaba fumigando y no pudo soportar las quemaduras. Le dejó 111 hectáreas de campo cerca del pueblo, que serán el doble cuando la abuela muera. Se las trabaja y administra su tío Monono. El prácticamente no tiene trato con su familia paterna, salvo en la niñez no volvió al pueblito para visitar a nadie y siempre discute con Monono cuando le tiene que pagar el arrendamiento. “ A Arauz hace mas de 10 años que no vuelvo. No por el resto de mi familia, sino por mi tío Monono que es un cagador. Me acuerdo una vez que yo todavía era menor de edad y cuando sos así no pensás nada, estás en las nubes. Y me ofreció comprarme el campo. Yo agarré, le dije que si y firmé un papel. Se armó un quilombo bárbaro, mi vieja puso abogados y no pasó nada porque yo era menor. Pero al tipo no le importaba nada. A cagado a medio mundo. El fue senador por unos meses hace un tiempo, era suplente por La Pampa de los radicales y el titular era Marin, entró al gobierno de De la Rua y entonces Monono lo reemplazó. La última vez que lo vi fui a la asunción cuando lo nombraron. Fue cosa de dos minutos. Me acuerdo que pasé a su despacho y hablamos, me dijo que estaba gordo, para variar, entonces me pregunta por mi abuela materna y le digo: - no se, hace mucho que no la llamo. Y me dice: - ¡tomá, llamá con este teléfono que acá si marcás tal número es gratis! Y yo pensaba que si roban con eso, con las cosas grandes no me quiero ni imaginar”.

Sus amigos lo hemos estimulado para que vaya a ver su tierra y a visitar parientes, pero no hay caso. Con que le pasen el dinero por mes, es suficiente.

Allá en Coronel Suárez, en algún momento de los 80 mientras nos debatíamos entre los Cadillacs y Soda, fue donde descubrimos el TEG y pasábamos las tardes jugando.

Chanchin siempre fue diferente, tuvo problemas desde un nacimiento traumático, y tuvo que tomar medicación neurológica desde chico, luego se le agregarían psiquiátrica y hasta por la tiroides.

“ Cuando empecé a ir al boliche a los 16, 17 años , salía con tu hermano Francisco y los amigos y empecé a escuchar que me decían puto. Lo escuchaba ahí o en cualquier lado, en la calle. Al principio se armaba quilombo porque yo me acercaba al que me decía y lo quería cagar a trompadas. Estaba enloquecido. Después opté por no salir más y me quedaba con la computadora y mirando películas eróticas en el cable, los sábados a la noche”.

Cuando llegamos a la adolescencia se comienzan a marcar algunas tendencias en Chanchin: aislamiento del mundo, fanatismo por las computadoras, una concepción sibarita de la existencia que incluye mucha comida, tabaco, alcohol, prostitutas, etc.

“ Yo siempre quise tener una computadora, pero de chico mi vieja no me compraba nada, me regalaba libros. Yo quería tener jueguitos y muñequitos de He Man y no me los compraba. Y de grande me descargué. Cuando estaba en Bahia con mi abuela empecé a ver un canal que se llama “Locomotion”, donde pasan dibujos animados para adultos, ahí descubrí los hentai y todo eso. Hoy x hoy tengo almacenados en la computadora unos 10.000 juegos y películas. Juego mucho y cada tanto miro películas”.

Tuvo una sola novia, en los 90, la colorada, acá en Buenos Aires, la conoció terminando el secundario en la nocturna. La madre de Chanchin se opuso siempre a esa novia. No le gustaba su aspecto salvaje. Tuvo muchos conflictos en esa época y todavía recuerda que no tenía plata para tomar un colectivo y se iba en bicicleta desde José Hernández y Cabildo hasta Parque Patricios para verla. “ A la colorada la conocí en el 94, en 5º año. Estuvimos dos años y medio de novios, en el medio cortamos y yo me fui un tiempo a Estados Unidos a laburar con mi padrino. Después no me quedó otra que irme a Suárez a vivir con mi abuela y cortamos definitivamente. Mi vieja no se la bancaba y no dejaba que yo la lleve a casa, pero cuando se fue 15 días al Caribe nos internamos en casa y nos sacamos las ganas.”

Luego de ese paso fugaz por Capital Sebi se instala en Coronel Suárez con su abuela, yo estoy instalado en Buenos Aires así que lo veo poco. Pero me llegan algunos cuentos por boca de él y de los amigos. Que se interna todas las noches con una puta gorda y fea conocida como Martita. A su abuela le dice que es la novia. Pero ella se da cuenta, claro. En ese entonces Chanchi cobraba todo el dinero del campo una vez por año. Entonces la duda que se plantea es como hace para pagarle. El aduce que no le cobra porque el, a diferencia de los otros hombres, la hace acabar. Chanchin se vende a si mismo como una máquina sexual que no baja de 3 o 4 erecciones continuadas y que hace feliz a todas las mujeres. Cuando se le pregunta como se da cuenta que ellas llegan al orgasmo, el responde simplemente que le rasguñan la espalda despacito.

A fin de año, cuando cobra el dinero del campo, este se le agota misteriosamente en un par de meses.

Comenzando el siglo XXI se muda con su abuela a Bahía Blanca. abuela. “A principios de 2001 pasó lo del jueguito electrónico en Bahía. Me había comprado una revista de juegos, recomendaba uno. Fui a Musimundo lo compré y me puse a jugar. Iba avanzando y avanzando en el juego y no podía parar, quería terminarlo, ganarle. Seguí hasta el final. Yo no me acuerdo si fueron dos o tres días sin dormir, solamente paraba para comer e ir al baño. El juego me acuerdo que se llamaba “ Broken Sword II”. Lo terminé y cuando me levanté para ir al baño me caí y me di la cabeza contra la perilla del armario. Me desmayé y me llevaron al hospital. Me hicieron una tomografía computada y se me había hecho un coágulo en el cerebro, tuve que tomar medicación para que se disuelva. Era pleno verano y se me había acumulado cansancio y calor. Estuve internado creo que dos días, dormí de corrido. Cuando me levanté pregunté que hora era y me dijeron: es tal hora, de tal día. Yo no lo podía creer. Con el tiempo el coágulo se fue”.

Fue en Suárez en el post 2001 donde Chanchin alquilo una casa el solo, beneficiado por la devaluación y poco a poco fuimos cayendo los losers allí, de vuelta al pueblo, sin trabajo, con mucho tiempo libre y redescubrimos el TEG . Incluso la bestia tiene los 3 TEG: el primero, clásico de los 80, el segundo, un fiasco pretencioso y el tercero, una variación inteligente del primero que lo completa y resignifica.

Las batallas se hacían cruentas, corría la sangre literalmente: el tablero del TEG III tiene la marca de una discusión, unos empujones y unos nudillos sangrantes.

Luego, mas pacífico y para los iniciados, se hacía el TEG loco con marihuana que era divertidísimo aunque nunca se terminaba.

Chanchin y yo estábamos medicados. Yo supuestamente era bipolar y compartíamos drogas y anécdotas: litio, lamotrigina, olanzapina, etc. Las mezclábamos sin culpa con varios alcoholes y el me fue orientando como un sensei por los oscuros vericuetos de la mente. Yo me había sentido desbordado un par de veces y no entendía que pasaba, Chanchin me instruía con eficacia mientras brindábamos. En realidad, medicación y alcohol no son incompatibles, sólo que después es difícil dormir, porque el alcohol inhibe el efecto de la droga.

En esos días apareció la frase: chanchin tiene razón, que siempre repetía el como leiv motiv, ya sea en una discusión política, filosófica o sexual. Lo que al principio era molesto, luego se volvió un chiste. Lector fanático de Descartes y Dan Brown, chanchin tiene un saber enciclopédico que lo lleva a disertar en todas las conversaciones.

En 2004 me aburrí del pueblo y volví a probar suerte a Capital. Ahí la comunicación se espació pero Chanchin siempre me llamaba y me seguía haciendo coaching a la distancia, en largas conversaciones telefónicas que el pagaba y que eran un síntoma que yo no supe ver, tan ocupado que estaba con el mío.

Cuando hablábamos por teléfono o nos encontrábamos en Suárez , Chanchin me contaba que había salido con una chica que tiene una Optica. Pero todos lo desmentían, luego me contaba que tuvieron que cortar porque cada vez que la llevaba al bar se aparecían unos tipos que lo atacaban con navajas. Como en una película un tanto bizarra, el los cagaba a palos y encima después se los cogía. ¡Y nadie decía nada! ¿Pero vos me estás jodiendo? Le decía al animal, pero el muy suelto de cuerpo me respondía que era todo verdad y que incluso, alguna vez yo había sido testigo.

Así el Chanchin tiene razón llegó al paroxismo y hubo que volver a la medicación y a Buenos Aires.

Todos somos Chanchin. Chanchin soy yo.

“ En 2005, 2006 mi vieja me sacó la medicación y me mandaba al energizador porque estaba muy acelerado, en un lugar que se llama Argentum. Yo vivía en Suárez pero todo el tiempo venía. Ahí me empecé a descontrolar Comía poco, tomaba mucho alcohol y llamaba a las putas todas las noches, en 3 meses me reventé la guita de todo un año. Cuando volví al boliche y me encaraba alguna mina, habían un par de locos que andaban dando vueltas y me atacaban. En el boliche no los dejaban entrar con cuchillos, en la confitería si. No recuerdo bien. Cuando yo iba a Argentum, el tipo me decía que las voces y lo que yo veía estaban en otra dimensión. Mi vieja cree en eso, en los Indigos, los que captan seres de otros estados. El tipo de Argentum me hacía poner las manos en una especie de plancha de metal que tenía unas lucecitas y no se que hacía, daba como impulsos eléctricos y me calmaba, yo llegaba re alterado y salía tranquilo. Pero no me duraba mucho, al otro día ya estaba acelerado de nuevo. Y después se me acabó la guita, no tenía con que pagar y la diferencia del alquiler la tuvo que pagar mi vieja y me volví acá. En 2006 me vuelvo para acá y mi vieja me manda al Torcuato de Alvear por unos exámenes y resulta que ahí me preguntan si me quiero quedar. Yo acepté. Me quedé un mes. Salvo lo que me afanaron, fue entretenido, conocí gente y me relajé. Volví a tomar medicación y a hacer terapia. Tanto antes como ahora mi siquiatra y mi psicoanalista me dicen que las cosas que yo vi y escuché son imaginadas. Pero yo no me lo creí ni me lo creo. Eso es real . Y se que no se me va a ir nunca. Siempre va a estar”.

Hoy en día Chanchin vive en Capital con su madre, en el barrio de Belgrano. Le gusta vivir ahí y si bien es una convivencia difícil, no tiene ganas de irse. Aparte cobrando unos 1200 pesos por mes ( eso varía de acuerdo al precio del trigo), no le alcanza para mucho mas.

Contra lo que se pueda suponer Sebastián está muy conectado con la actualidad.

“ Ultimamente leo mucho el Clarin, se que es oficialista pero lo leo igual. También leo Perfil que es opositor, para comparar. No estoy leyendo mucho ahora, estoy mucho con la computadora y la tele. Soy fanático del National Geographic, History Channel, documentales sobre todo“.

La política le interesa mucho y tiene algo para decir de todos y cada uno. “ Los Kirchner no me gustan, la gorda Carrio y Macri me gustan, por mas que Macri sea de derecha, me gusta como se está moviendo. Y la gorda tiene los ovarios bien puestos. Le vendría bien al país que fuera presidenta. Yo creo que soy de centro.

Los Kirchner con esto del campo es como que castigan a los que producen y va más allá del campo, con la industria también. Pero aparte no me gusta como se manejan, mienten todo el tiempo con el Indec y las estadísticas que no les cree nadie. Cuando les conviene son malos y cuando no les conviene son víctimas. En la época de Menem el campo estaba jodido, en el uno a uno yo tenía 300 pesos por mes para gastar. Y ahora cobro 1200, pero tendría que cobrar el doble. Y con Alfonsín perdimos la plata de un departamento. Cuando era chico vivíamos en Bahía Blanca y me atendía un neurólogo, Vázquez. El tipo se mudó a Buenos Aires y nosotros nos tuvimos que mudar acá para verlo, porque era muy costoso viajar todo el tiempo. Vendimos el dpto de Bahía y nos vinimos, se desató la hiperinflación y esa plata nos la comimos enseguida, tuvimos que alquilar y la guita desapareció.”

Y finalmente está la anécdota de la muerte y resurrección de la bestia pop. Sucede en algún momento entre 2005 y 2006 (no pudimos recordarlo bien). Y me provoca tanta hilaridad como extrañamiento y me parece que quiere decir algo pero no se que es.

Chanchin está de paso en Baires, viene a energizarse. Está en Belgrano con la madre, se pelea con ella. Arma el bolso y se va. Pero no tiene un centavo. Tiene que cobrar la plata del campo pero nunca se sabe cuando la va a depositar Monono. No le importa, no me llama, no pide ayuda. Se va caminando de la calentura desde Belgrano hasta la Estación Terminal de Retiro. Duerme ahí. Consulta los cajeros periódicamente, pero la plata no aparece. Se queda allí 3 días. Sin comer, sin fumar, sin bañarse. Apenas se humedece un poco en el baño. Al segundo día la madre decide hacer la denuncia y llama a los amigos de Suárez, que no sabe que pasa, que no contesta la casa de chanchin. Estos consiguen la llave y cuando van a abrir sienten un olor nauseabundo que sale de la casa. Uno vomita, el otro se tapa y entra. Simplemente era que había un poco de carne picada en descomposición en el congelador y la heladera estaba desenchufada.

Al otro día Chanchin cobra, come, fuma y se compra un pasaje. Cuando van en el viaje una chica se levanta y le arroja desodorante encima. El le explica la situación, ella se disculpa.

Llega a Suárez y ya tiene algo nuevo que contar.


Pablo Miravent

martes, 9 de diciembre de 2008